jueves, 21 de noviembre de 2013

Los retos del Patrimonio Cultural



Al hilo de la celebración el pasado sábado 16 de noviembre del día del Patrimonio Mundial planteamos  los retos a los que hoy en día se sigue enfrentando la gestión del patrimonio cultural, a pesar del desarrollo de normativas y el “impulso” desde las administraciones de su puesta en valor. Día a día se siguen produciendo agresiones, abandonos, cierres y sobretodo un gran desconocimiento en torno al valioso legado patrimonial de los pueblos y ciudades de España. En esta situación planteamos cinco grandes retos a los que debe saber sobreponerse la gestión del patrimonio para trazar modelos de éxito.

Reto I: La falta de conciencia de la sociedad en la conservación del patrimonio

El patrimonio cultural es siempre el resultado de la evolución y los usos de una sociedad, por tanto su raigambre entre las personas es una de sus notas definitorias. Frente a esta definición teórica nos encontramos como gran parte de la sociedad da la espalda a su patrimonio, de igual manera que se abandona la tradición y las costumbres, a favor de una cultura globalizada. Ello deviene en una falta de conciencia del valor del patrimonio y de la necesidad de su conservación como legado de la sociedad y fuente de riqueza. La consecuencia es que el patrimonio se queda sin el sustrato que le ha dado sentido, las personas, quedando a merced de intereses económicos y políticos frente a los cuales carece de defensa sin una sociedad que lo reclame como propio y valioso.

Para fomentar la conciencia del valor del patrimonio debe hacerse hincapié en su conservación desde la infancia. Aprovechando las capacidades educativas del patrimonio, no como meras visitas de esparcimiento si no como auténtico recurso docente al servicio del profesorado.


Reto II: La falta de compromiso de los titulares del patrimonio.

En muchos casos los titulares del patrimonio mueble e inmueble lo son de manera involuntaria: Administraciones Públicas que acumulan colecciones y edificios por virtud de la ley, obispados que asumen los legados de los conventos cerrados, empresas que adquieren bienes por operaciones financieras, etc. Estos titulares que debieran asumir labores de conservación y gestión, suelen carecer de la sensibilidad e interés como para ser conscientes del legado que tienen entre manos, valorando únicamente los gastos derivados de su conservación y no el rendimiento que sería capaz de generar. Lo que derivará en problemas en cuanto a su protección y la necesidad de alcanzar rentabilidad financiera.

Esta realidad es además una pescadilla que se muerde la cola, pues quienes podrían obligar a la conservación son las AAPP que no sabiendo qué hacer con el patrimonio en sus manos difícilmente van a asumirr la expropiación de nuevos recursos, lo que deriva en ejemplos sangrantes de agresión y abandono del patrimonio que no debieran tolerarse.


Reto III: La desprotección del patrimonio local.

A pesar del desarrollo legislativo sobre patrimonio cultural siguen existiendo campos desprotegidos, especialmente en lo que se refiere al patrimonio local. Esto no se debe tanto a una mala legislación si no a la suma de los factores antes mencionados: la falta de conciencia y la titularidad. En su conjunción nos encontramos con elementos que ante la insensibilidad de sus dueños, la falta de visión de las administraciones públicas y la baja conciencia de la sociedad, desaparecen. Raro es el pueblo o ciudad que no pierde recursos patrimoniales bajo la consigna de no haber alcanzado la categoría de BIC o formar parte de alguno de los inventarios que promueven las CCAA. Esto conduce al empobrecimiento de la cultura local y a una idea de patrimonio elitista en el que solo se conservan las joyas principales.


Reto IV: La primacía de la rentabilidad financiera como criterio de gestión.

El desarrollo de los estudios sobre gestión y puesta en valor han calado solo parcialmente en los responsables culturales, asumiendo la idea de la rentabilidad del patrimonio de una manera cuanto menos incompleta. La rentabilidad del patrimonio no puede medirse con criterios de mercado, en primer lugar porque su rendimiento va más allá del puramente financiero de los gastos y los ingresos, pero además porque carece de las condiciones para competir bajo las reglas del libre mercado. Primar la rentabilidad financiera del patrimonio conduce a la infrautilización del mismo, y en muchos casos a la devaluación de su contenido. Los altos costes de mantenimiento son difícilmente compensable con los ingresos a corto plazo, lo que desincentiva la inversión en patrimonio. Sin embargo la aplicación de modelos económicos en los que se tenga en cuanta su naturaleza de bien público permitiría desarrollar mejores herramientas para evaluar la eficacia de la puesta en valor del patrimonio más allá de los flujos de efectivo.


Reto V: Introducirse entre las propuestas de moda.

Por último, el patrimonio debe enfrentarse también a las modas y tendencias. Aspecto que a priori no resulta favorable por cuanto se considera el área más tradicional de la cultura y por tanto fuera del circuito cultural más vanguardista. Sin embargo el propio concepto de moda es cambiante, y la gestión del patrimonio debe saber buscar formas para explicar con lenguaje del siglo XXI toda la herencia cultural que ha permitido que hoy en día se pueda vivir en la sociedad posmoderna en que nos encontramos. Pero la moda también afecta a la protección del patrimonio, así el proceso de ampliación del concepto de patrimonio cultural hace que las nuevas categorías compitan por la protección contra los elementos más tradicionales. Todo ello es el resultado de una visión parcial e incompleta del valor del patrimonio en el que la suma de recursos redunda en el conocimiento de una realidad cultural.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Imagen e identidad en la promoción de las ciudades turísticas.



En una visita reciente al Palacio de la Diputación Provincial de Zamora, un edificio a medio camino entre el historicismo y el modernismo, me venía a la cabeza como muchas ciudades luchan contra su imagen en pro de una modernidad que resulta ajena a sus ciudadanos, a sus instituciones y a la identidad de la ciudad. En este caso concreto, una ciudad marcada aún por el historicismo del siglo XIX ha visto como en los últimos años se sucedían los eslóganes que la promovían como ciudad líquida, gayfriendly o desconocida con una imagen moderna y vanguardista completamente alejada de la realidad de una ciudad que aún hoy guarda un gran parecido con la Vetusta de Clarín.

Pero esto no es algo limitado a la particular Zamora, la gestión de la imagen de una ciudad como pantalla de promoción al turismo es una de las herramientas principales de los Ayuntamientos para la captación de visitantes. Y es que por mucho que se quiera la imagen de la ciudad no se puede generar, cada ciudad tiene la suya como resultado de la cultura que sus ciudadanos han generado a lo largo de su historia. Por ello cuando Ayuntamientos, concejalías y consejerías se empeñan en rediseñar la imagen de una ciudad acaba siendo un disfraz.

En ese afán de rediseñar la imagen la tendencia actual es ser una ciudad de vanguardia -un carácter para el que se requiere mucha inversión previa en cultura y desarrollo de la sociedad-. Toda ciudad que se precie ha de tener en su urbanismo ejemplos de arquitectura de vanguardia, aunque ello no nazca de la inquietud de su sociedad sino de la chequera de las arcas públicas, y si en el proceso se pierde algún edificio histórico será por el bien de la modernidad -como cuando se perdieron los recintos amurallados a principios del siglo XX-.

La falta de respaldo en la sociedad de esa imagen de modernidad hace que muchas de las propuestas más contemporáneas de los Ayuntamientos no sean más que trampantojo o en lenguaje más “vanguardista” puro postureo. Todo ello resultado del afán de copiar –que no aplicar, que es mucho más trabajoso y da mejores resultados- modelos de éxito conocidos en otros lugares. ¿Qué ciudad no querría ser tan moderna como Berlín o Londres, o mirando más cerca Barcelona?

Las ciudades son lo que son y desarrollar los valores propios de la ciudad siempre dará más resultado que impostar modelos ajenos a la idiosincrasia de su sociedad, por arcaicos que sean estos valores. Al final vender modernidad donde no la hay solo genera expectativas insatisfechas, y eso devalúa la imagen de una ciudad mucho más que la promoción de su carácter más tradicional.


La banalización de la imagen de una ciudad, y por ende de su cultura, conduce a la estandarización de una cultura globalizada en lo que lo propio y tradicional se arrincona por castizo y apolillado pero donde las iniciativas más contemporáneas tampoco encuentran salida frente a las programaciones “oficiales”. Al final se genera una imagen comercial de una modernidad ficticia que en nada colabora al desarrollo cultural de la ciudad ni a su aprovechamiento turístico y rara vez pretende fomentar las nuevas expresiones artísticas.

viernes, 8 de noviembre de 2013

El Museo Nacional de Escultura busca amigos en Facebook


El consumo de información a través de las redes sociales aumenta día, siendo uno de los condicionantes principales de la agenda de ocio y cultura de muchos usuarios. Por ello los centros e iniciativas culturales van dándose cuenta de que su presencia en las RRSS es crucial para el desarrollo de públicos y la captación de visitantes que garanticen la viabilidad de sus centros.

La propia naturaleza de las redes sociales obliga a que la presencia en ellas no se limite a la existencia de un perfil y alguna publicación puntual, los usuarios demandan comunicación e interacción entre las instituciones y los miembros de su comunidad.

Pese a ello muchos museos se resisten a dar el paso hacia estos sistemas de comunicación y otros lo hacen tímidamente. Razón por la que ha llamado tanto la atención la nueva campaña de Facebook del Museo Nacional de Escultura, asumiendo el lenguaje propio de este medio y jugando con la ironía en consignas que no dejan indiferente a nadie.


El Museo Nacional de Escultura, a través de su departamento de comunicación, ha apostado por romper la imagen preconcebida de que los museos clásicos son entes aburridos y anclados en u planteamiento museológico antiguo y falto de atractivo para el público cultural del siglo XXI. Las consignas de la nueva campaña resultan actuales y atractivas, tanto en las formas como en el contenido, pero sobretodo no dejan indiferente al usuario, aspecto clave en toda campaña de comunicación que se precie.

Los eslóganes de la campaña juegan con la ironía y un lenguaje más agresivo respecto a la comunicación habitual de los museos, adaptándose a la perfección al contexto de una red social como Facebook en dónde las imágenes son el reclamo y la calidad del contenido el valor más apreciado por los usuarios. La línea elegante de los carteles, fuente clásica y redonda en color blanco sobre fondo negro, centra toda la atención en las frases ingeniosas que están llamando el interés de la comunidad virtual del Museo y despertando la curiosidad por cual serán las siguientes publicaciones de la campaña.


Un buen ejemplo de cómo un museo de Bellas Artes puede tener una gestión cultural dinámica y actual. En el siglo XXI se puede seguir disfrutando del esplendor de la escultura española, y mejor aún si la visten de alta cocina: repostería fina de piedra acompañada de crujiente de madera policromada y espuma de arte clásico al punto de nieve.

¿Aún no los sigues en Facebook? Ellos te están buscando bajo las piedras, pincha aquí.